Era San Valentín, el 14 de febrero de 2014, y miles de fans se apresuraron a los sitios de intercambio de archivos para descargar los primeros seis álbumes de De La Soul, que el grupo había subido como archivos .zip y enviado directamente a las direcciones de correo electrónico de los fans que habían recopilado ellos mismos. Esos álbumes, que incluyen Stakes Is High, De La Soul Is Dead y el Essentials Record of the Month de Vinyl Me, Please en marzo, su monumental debut 3 Feet High and Rising, no estaban disponibles en ninguna parte de Internet legal, entonces como hoy, debido a contratos que liberan sus muestras para lanzamientos físicos, pero que no cubren la distribución digital. La delirante y colapsante carrera por asegurar los archivos era comprensible: los discos en cuestión fueron alabados por los críticos y grabados en la mente de los fanáticos del rap a lo largo de generaciones. Han puesto música de fondo a fiestas sudorosas en la escuela secundaria e incluso están inscritos en la Biblioteca del Congreso. Lo que estoy intentando decirte es que esos álbumes importan; también estoy intentando decirte que alguien posee los derechos de autor.
n“Realmente golpearon nuestra ventana”, dijo Dave “Trugoy” Jolicoeur sobre Warner en una entrevista con el New York Times un par de años después. Imitando al conglomerado: “Oye, chicos, ¿qué demonios están haciendo?”
Lo que De La Soul hacía era darle nueva vida a algunos de los discos más vibrantes, inventivos, desconcertantes y completamente vivos en la historia del hip-hop. Que un acto tan consciente de su rareza pudiera convertirse en fundamental para las generaciones que siguieron, tanto en sonido como en ideología, es un testimonio tanto de la brillantez singular del grupo como de los ideales innovadores y creativamente abiertos a los que aspira el hip-hop — y que De La insistió en que aún estaban muy lejos, en la línea del horizonte. 3 Feet High and Rising es el sonido no solo de jóvenes hombres negros estadounidenses descubriéndose a sí mismos, sino de sus primeros torpes intentos en el mundo exterior, sus travesías en las colecciones de discos de sus padres, y su frustración al ver cómo una cultura que amaban se convertía en una mercancía que no podían controlar.
Paul Thompson is a Canadian writer and critic who lives in Los Angeles. His work has appeared in GQ, Rolling Stone, New York Magazine and Playboy, among other outlets.
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