“La rumba me está llamando: Bongó, dile que ya voy…”(“The rumba is calling me: Bongó, tell her I’m on my way…”)
“Rogelio hizo los trámites para que Sonora pudiera salir de Cuba. Todo estaba listo, excepto los permisos de salida que el gobierno había impuesto, y debido a que muchos artistas y personas importantes estaban saliendo, ese proceso se volvía cada vez más complicado. Nunca supe exactamente cómo lo hizo Rogelio para conseguirnos todos los permisos de salida, pero en ese momento él era el único que sabía que después de ese viaje nunca volveríamos a Cuba.”
Esas son las palabras escritas en Mi Vida, la autobiografía de la cantante cubana Celia Cruz (La Habana, Cuba, 1925 - Fort Lee, Nueva Jersey, 2003). Rogelio es, por supuesto, Rogelio Martínez, tresista cubano y director de la orquesta más importante y exitosa que la isla ha visto: Sonora Matancera. Celia fue la miembro femenina más aclamada de un gran grupo de cantantes inolvidables, que incluía a Bienvenido Granda, Celio González, Alberto Beltrán, Nelson Pinedo, y Daniel Santos. Con esta orquesta, originaria de la ciudad cubana de Matanzas, la cantante plantó canciones que hoy continúan siendo éxitos universales: “Burundanga,” “El Yerbero Moderno,” “Dile Que por Mí No Tema,” “La Sopa en Botella,” “Melao de Caña,” y “Juancito Trucupey,” entre otras.
Una mezcla perfecta de dulzura y carácter, insuperable en el arte del montuno (la improvisación entre coro y coro, característica de la salsa) y dueña de una técnica única e inimitable que hizo de su canto una herramienta, tanto temperamental como volátil, la voz de Celia Cruz sigue siendo imposible de clasificar. Quizás no hay mejor descripción para su arte que la ofrecida en uno de los mayores éxitos de su repertorio con la Sonora Matancera, el bolero de Ramón Cabrera “Tu Voz”:
“Tu voz, que es susurro de palmas, ternura de brisa, / tu voz, que es trinar de sinsontes en la enramada…”
Después de su salida de Cuba hacia México en julio de 1960, Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso ya era la “Guarachera de Cuba,” un título que se le dio por su apropiación del estilo festivo y arrollador de la guaracha, no solo en su canto, sino también en su vestimenta, baile y actitud. No pasaría mucho tiempo antes de que también se convirtiera en la monarca indiscutible del género musical. “Como yo era la única mujer en el grupo de Fania, me coronaron Reina de la Salsa,” recordó en su autobiografía, escrita en colaboración con Ana Cristina Reymundo.
Ese mismo año, un joven percusionista y flautista dominicano radicado en Nueva York llamado Juan Zacarías Pacheco Knipping (Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 1935), lanzó su primera producción en solitario en el formato de charanga orquestal (violines, flauta, conga, piano y contrabajo), con la voz de otro exmiembro de la Sonora Matancera, Elliot Romero, para el sello Alegre. Ya se había hecho un nombre a lo largo de la década de 1950 antes de hacer su primera producción en solitario, en la escena de la música latina de la Gran Manzana bajo el nombre de Johnny Pacheco, junto al pianista Charlie Palmieri, con quien tocaba en la banda Charanga Duboney. El éxito de “¡Charanga!” esa primera grabación en solitario de Pacheco, con 100.000 unidades vendidas unas semanas después de su lanzamiento, también lo llevó a convertirse en el primer músico latino en tocar en el famoso Teatro Apollo de Harlem en 1962. Celia Cruz llegaría a ese mismo escenario dos años después. El músico y la cantante se perseguían sin saberlo.
Celia continuó trabajando en grabaciones con la Sonora Matancera hasta 1965, y comenzó una fructífera relación de trabajo con la orquesta del Rey del Timbal, Tito Puente, como estrella del sello Tico Records. Mientras tanto, en 1963, Pacheco se unió al empresario estadounidense Jerry Masucci en una asociación para crear un nuevo sello llamado Fania Records.
Celia recordaba haber visto a Pacheco por primera vez en 1969, después de un concierto de la Sonora Matancera en el Apollo. Desde ese momento, lo llamó “mi querido hermano.” Antes de las grabaciones, lo primero que unió a la cantante y al flautista fueron las conversaciones sobre música y la reflexión sobre lo que significaba la palabra “salsa” en el imaginario latino. En su autobiografía, recordaba que Pacheco le decía: “Los blancos tienen sus etiquetas, los negros tienen Motown, y con Fania, nosotros los latinos también tendremos la nuestra, con nuestra etiqueta salsa.”
Como ellos, un gran grupo de músicos cubanos, puertorriqueños y dominicanos que vivían en el Spanish Harlem de Nueva York y el Bronx, junto con sus hijos, nuyoricans de primera generación, comenzaron a sentar las bases de una música basada en los sonidos bailables de sus propios países. Esta nueva música tenía los rasgos que el formato de la big band y el sonido del jazz habían estado aportando a la música latina en Nueva York desde la década de 1940, gracias a figuras como Frank Grillo “Machito,” Tito Rodríguez, Mario Bauzá y el propio Tito Puente; y en el lado del jazz, Dizzy Gillespie y su percusionista principal, el cubano Luciano “Chano” Pozo.
Esa música que estaba por nacer —y que llevaba toda la influencia posible del son, el mambo, el cha-cha-chá y el bolero cubano; de la bomba, la plena, el sonido jíbaro puertorriqueño, y el merengue dominicano; además de los estilos que la precedieron en América del Norte, como la rumba, el Cubop, la pachanga y el boogaloo— se convertiría en uno de los fenómenos musicales más originales creados por la mezcla de demografía y sonido en Estados Unidos: la salsa. César Miguel Rondón, de Venezuela, autor de El Libro de la Salsa, llamó al género “la manifestación totalizadora del Caribe de nuestro tiempo.” El renombrado escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, uno de sus investigadores más entusiastas, la llamó “la suprema expresión de un nuevo y poderoso mestizaje cultural.”
Fania Records se convirtió en sinónimo de salsa para el mundo, gracias al ojo agudo de Pacheco para el talento y la inigualable astucia de Masucci como empresario. Once años después de su creación, tenía el elenco más profundo en salsa, con Willie Colón, Héctor Lavoe, Larry Harlow, Ray Barretto, Pete “El Conde” Rodríguez, Rubén Blades, Cheo Feliciano, Roberto Roena, Bobby Valentín y, por supuesto, Celia Cruz, todos grabando para el sello. Otros artistas famosos del movimiento de la salsa que grabaron con sellos independientes como Richie Ray y Bobby Cruz, Ismael Rivera y La Sonora Ponceña, terminaron convirtiéndose en artistas de Fania cuando el conglomerado absorbió subsidiarias como Alegre, Vaya, Inca, Tico, Cotique y otras.
Probablemente el punto más alto en la conquista del público por parte de Fania fue el esfuerzo de Pacheco por crear un “Dream Team” con los cantantes, solistas y directores de orquesta más famosos que formaban parte del sello. Así nació en 1968 la llamada Fania All-Stars, una gran big band dirigida musicalmente por Pacheco, mejor recordada por sus grabaciones en vivo que por las realizadas en estudio —en lugares como el Red Garter y el Cheetah en Nueva York; el Coliseo Roberto Clemente en San Juan, Puerto Rico; el teatro Carlos Marx en La Habana; el Nippon Budokan en Tokio, Japón; y el estadio Tata Raphaël en Kinshasa, República Democrática del Congo.
El desafortunado concierto de Fania All Stars en el Yankee Stadium de Nueva York, suspendido después de que los espectadores invadieran el campo, fue bien recordado. Esta situación fue completamente registrada en la película Salsa, de 1973, producida por Jerry Masucci y el director Leon Gast, quien ya había colaborado en la película Our Latin Thing en 1971, y que muestra el éxito de los All Stars del sello Fania en el Cheetah.
La primera participación de Celia Cruz en un álbum de Fania fue en 1973, convocada por el pianista Larry Harlow para participar en su ópera-salsa Hommy, una clara referencia a Tommy, la ópera-rock de The Who. Se entendía: si The Who había presentado a Tina Turner en su ópera, ¿cómo no iba a estar Celia Cruz en Hommy? La Guarachera debutó cantando la canción “Gracia Divina.” Mientras tanto, Johnny Pacheco seguía invitando talentos a su sello, actuando como el productor de estos nuevos álbumes, sin descuidar su propia producción en discos como Viva África (1966), By Popular Demand (1966), La Perfecta Combinación (1970) y Los Compadres (1971). En esas grabaciones estuvo acompañado por cantantes como Justo Betancourt, Rafael “Chivirico” Dávila, Ramón “Monguito” Quián y su gran amigo Pete “El Conde” Rodríguez, con quien solía trabajar en sus grabaciones con el sello Alegre.
Un año después, llegó el momento para que Celia y Johnny se encontraran en el estudio de grabación. El histórico momento se cumplió en la canción “La dicha mía,” compuesta por Pacheco, que narra la vida artística de Celia:
“Después conocí a Johnny Pacheco, / ese gran dominicano. / Y con Pacheco / me fue mejor. / La verdad es que con Pacheco / causamos gran sensación…”
Después de Hommy, Jerry Masucci invitó a Celia a unirse oficialmente a su sello bajo un contrato con la subsidiaria Vaya, con la condición de que si no ocurría nada significativo en ventas con un primer álbum, ella podría volver a trabajar con Tico Records. Masucci también le dio la libertad de elegir con qué orquesta de su conglomerado quería grabar. No lo pensó mucho. “Le dije: ‘con Pacheco,’ ya que en ese momento Pacheco sonaba como la Sonora Matancera. Siempre fue un gran admirador de la Sonora, tanto así que cantaba en sus ‘coros’ y era la misma voz de Carlos ‘Caíto’ Díaz, eterno ‘corista’ del grupo.” Todo lo que quedaba era que el dúo lo hiciera oficial en un LP.
Para Will Hermes, autor de Love Goes to Buildings on Fire: Five Years in New York That Changed Music Forever, Celia & Johnny fue “la declaración formal de lealtad de Cruz a la nueva escuela en su patria adoptiva,” de la misma manera que se debe considerar el papel de Pacheco como socio en la grabación. “Además de ser copropietario de Fania, capaz de reunir todos sus recursos, el líder de la banda y flautista también era, en el fondo, un tradicionalista alimentado por las primeras grabaciones cubanas de Cruz con la Sonora Matancera. Cruz estaba abierta a la experimentación, pero fieramente orgullosa de su tradición. Principalmente un conjunto de ‘sones’ cubanos sencillos, Celia & Johnny se tocaba con una actitud asesina neoyorquina.”
De hecho, la orquesta de Pacheco para esta grabación tenía una formación “a la cubana” de dos trompetas, interpretadas por Héctor “Bomberito” Zarzuela y Luis Ortiz, el piano de Papo Lucca (director de Sonora Ponceña), el contrabajo de Víctor Venegas, las congas de Johnny Rodríguez, el bongó de Ralph Marzan, el tres cubano de Charlie Rodríguez y los coros de Ismael Quintana, Justo Betancourt y el mismo Johnny Pacheco, quien también manejaba la flauta, el güiro y la percusión menor. Su amor por la música cubana, que ya había canalizado a través de sus grabaciones de charanga, ahora pedía la influencia de Arsenio Rodríguez, Félix Chappotín y, por supuesto, Sonora Matancera. Los arreglos fueron realizados por Pacheco, Papo Lucca y Felipe Yanes.
Preguntada en algún momento cuál de sus propias grabaciones la hacía sentir más orgullosa, Celia Cruz, citada por Eduardo Márceles en la biografía ¡Azúcar!, dijo que eligió Celia & Johnny. La razón, en su breve comentario: “Porque fue un disco con cinco o seis éxitos.” Suficientemente justo, pero hay muchas grandes razones por las que este álbum es una obra maestra total de la salsa: El espíritu cubano y tradicional destilado en cada pista. La voz diáfana de la “Guarachera de Cuba.” El espíritu aventurero de Pacheco, libre de importancia personal y, sobre todo, una comunicación notable entre cantante y músico, lo que resultó en cinco otras producciones de Fania hasta 1985. Todo comenzó con el clásico Celia & Johnny.
Traducción por Betto Arcos
Jaime Andrés Monsalve B. has been Musical Director of Radio Nacional de Colombia, Colombia’s public radio network, since 2010. He’s also an Editorial board member of Arcadia and El Malpensante, two of Colombia's major cultural magazines. He's been a cultural journalist and editor of a few Colombian magazines and newspapers. As an author and co-author, he's written books about Tango, Jazz, Salsa, Colombian classical music and Cumbia. In 2011 and 2018, he won the Simón Bolivar National Journalism Award, the most important journalism award in Colombia.
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